Hace dos sexenios el PRI fue derrotado en las urnas, pero, como ha quedado bien demostrado en las últimas semanas, no así en los hábitos y en los corazones de muchos políticos de baja monta que, sin embargo, llevan la voz cantante en su partido y en otros. Muchos creímos que la supervivencia del antiguo partido oficial dependería de su capacidad para cambiar y adaptarse a las reglas democráticas. Sin embargo, en las últimas semanas ha quedado demostrado que la trascendencia del priismo está asegurada gracias a lo que parecería la operación tentacular de una fuerza maligna que ha colocado a muchos de sus antiguos miembros en otras organizaciones. Si el PRI está de regreso, y lo estará todavía más después de las elecciones de 2009 aunque disfrazado de otros colores partidistas, pero no porque haya revisado y modificado actitudes y conductas del pasado. Está de vuelta porque, como bien lo escribió Karl Popper, una sociedad abierta vive bajo la permanente amenaza de sus enemigos, y si no cuenta con instrumentos efectivos para defenderse, por ejemplo, la modificación de las conductas políticas, sucumbirá a sus ataques.
No es una casualidad que los conflictos a propósito de procesos de elección interna en el PRD involucren a antiguos priistas. Imposible olvidar que Arturo Núñez era un alto funcionario electoral de la secretaría de Gobernación cuando se “cayó el sistema” en julio de 1988, una salida muy similar a la que adoptó el Comité Electoral perredista que preside, cuando el flujo de resultados sorprendió sus previsiones. Tampoco debe causar extrañeza que la facción que se organizó en el antiguo partido Alternativa Socialdemócrata en contra de Patricia Mercado, esté integrada por políticos que si no eran miembros del PRI gravitaron en su entorno hasta que la derrota del 2000 redujo drásticamente los recursos del partido y arrojó a muchos al desempleo.
La justificación individual de quienes han ordenado el relleno de urnas, el robo de boletas, la alteración del padrón o la expulsión a patadas de sus rivales políticos, como ocurrió en la asamblea de Alternativa, son por completo irrelevantes. Así lo hicieron porque así son, y porque creen que así es la política. El problema que plantean sus acciones a los demás es su impacto sobre las imágenes de la política y de sus reglas no escritas, porque el lamentable espectáculo que estos antiguos priistas han dado últimamente desmiente la posibilidad de que la política sea una ciencia noble. Y si efectivamente tienen razón y no es tal, entonces va a ocurrir como en el pasado: el personal político mexicano se integrará a partir de una selección negativa. Sólo quienes estén dispuestos a mentir, a calumniar, a robar, a patear, a manipular, harán política. Y ésos, afortunadamente para el país, son una minoría.
Históricamente, los conflictos que provocaban los comicios fueron una vía segura para promover la abstención. ¿Quién está dispuesto a malgastar su tiempo emitiendo un voto que no va a contar? ¿Quién quiere arriesgar su integridad física por expresar una preferencia política? Mejor volvamos todos a la vida privada y dejemos en manos de esos maleantes este aspecto central de la vida pública. Como bien sabemos, el desinterés por la cosa pública de amplios grupos de población y el abstencionismo, fueron sólido sustento del autoritarismo y de la hegemonía del PRI, cuyos funcionarios se acomedían a votar por todos los demás, sin broncas, en la placidez de casillas vacías.
La persistencia de los patrones de comportamiento priistas en organizaciones nacidas al calor de la transición plantea una penosas interrogantes. ¿Dónde está la generación de la transición? ¿Dónde están los “jóvenes turcos” que ahora deben tener entre 35 y 45 años, que debían haber asumido el liderazgo del cambio, pero que en lugar de eso han preferido llevar el palio de sus viejos maestros? De esas jóvenes promesas no quedan sino viejos proyectos. Por extraño que resulte, en cambio, si volteamos los ojos al PAN, nos encontramos que es el que recibe mayor proporción de votos de los jóvenes, y que no obstante ser un partido de derecha, defender las tradiciones de la familia y tener un buen contingente de viejos, también ha contribuido al rejuvenecimiento del personal político.
Si los ex priistas han cometido tantos desmanes en las organizaciones que se han propuesto capturar, también han contribuido a ampliar las perspectivas de recuperación del PRI y de la recreación de un esquema como aquel en que los priistas vivían todos felices repartidos entre el PRI, el PARM y el PPS. El futuro de este partido también está asegurado por los errores de sus adversarios y la habilidad casi satánica de dirigentes que han sabido utilizar su tercera posición en el Congreso para acogotar al gobierno, a cambio de nada más que promesas de apoyo que, por lo demás, no hay ninguna certeza de que puedan cumplir; pero esta relación de estira y afloje y de supuestas negociaciones con el gobierno lo ha fortalecido, como también lo ha reforzado la radicalización de López Obrador y los conflictos en el PRD. No, si mala yerba…
No hay comentarios:
Publicar un comentario