domingo, 29 de junio de 2008

UN PIE TRAS OTRO PIE

Aveces, después de tanto trote, pareciera que ya nada es nuevo. Entre las cosas olvidadas, no me acordaba que tenía pies, a menos que el cansacio físico o un par de mezcales me durmieran momentaneamente el pie izquierdo.
Pero estos días descubrí que los pies son importantes, no sólo para caminar paso a pasito, sino para pararse firme y en equilibrio. Me percaté de la existencia de mis pies y confirmo que estoy pisando descalza el suelo que decidí pisar.
Tambíen descubrí algo olvidado: se vale llorar, llorar a mares, a gritos, sin limitaciones, mojar la almohada, moquear las mangas de la pijama, acabarse la caja de kleenex. Y aunque es excesivo, es liberador así que me he tragado la vergüenza.
En el nuevo espacio en el que vivo, colgué un cuadro con dos pies y puse una fuente chillona que canta quedito. Así no me vuelve a pasar desapercibida la necesidad de regresar a lo primitivo.

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