martes, 6 de julio de 2010

EL UNIVERSAL ¿ciudadanos o políticos? Distinción obligada. Maite Azuela

Con las posibilidades que las nuevas tecnologías han generado para la articulación de redes sociales, los intereses de los ciudadanos se empiezan a hacer visibles a pesar de no contar con estructuras clientelares, recursos para publicitar sus causas, ni vínculos partidistas o sindicalistas. El peso de estas células organizadas es aún ligero, pero no podemos negar que algún tipo de sociedad civil, apartidista y no corporativa, se está reconfigurando en México.
Para sorpresa de algunos políticos y académicos que niegan la existencia de ciudadanía en México, la articulación de individuos para defender causas comunitarias sin violar la ley es un hecho en cualquier estado de la república, e incluso con redes que se mueven regional y nacionalmente.
Parece que al idealizar el término ciudadano o banalizarlo se busca mantener a la ciudadanía en la invisibilidad. Con cierta impotencia escucho a algunos académicos que insisten en que hay que admitir que en México no hay ciudadanía encarnada en individuos comprometidos con la legalidad, el interés común y la honestidad. Fernando Escalante en su artículo “Ciudadanos demasiado reales” (revista Nexos, 2010) critica el uso del adjetivo ciudadano para significar lo bueno, virtuoso e imparcial. Y aduce que, en términos prácticos, la inexistencia de ciudadanía se pone de manifiesto en la corrupción.
Así descalifican con tono despreciable la distinción que coloca a las autoridades, políticos, gobernantes, legisladores y líderes partidistas o sindicalistas del lado opuesto de los ciudadanos. Otros que alcanzan a reconocer la existencia de ciudadanos solidarios ven limitada su incidencia al cuidado de la banqueta o a la participación en la escuela como parte de la asociación de padres de familia.

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