El día de hoy Ricardo Becerra dedica su reflexión editorial en Crónica al partido: "Alternativa Socialdemócrata: otra desgracia". El título me parece fatalista y el análisis me parece en ciertos términos impreciso, pero sumamente útil porque representa en gran parte lo que algunos de los opinadores públicos interpretan sobre la situación actual de Alternativa.
Supongo que las imprecisiones de su recuento son producto de una revisión acotada a la observación externa más que atenida al empirismo cotidiano del que, como lo sabe, nos hubiera gustado que formara parte.
Becerra argumenta que el conflicto de Alternativa es producto de una sola causa: la lucha de poder entre dos líderes dispuestos a sacrificar un proyecto colectivo en aras de satisfacer su apetito político.
Esta recurrente conclusión nos ofrece sin duda una oportunidad para hacer una revisión de lo acontecido desde que el partido obtuvo el registro, evaluar la fuerza y las intenciones de sus líderes y dibujar posibles escenarios.
Primero, es indispensable explicitar las razones que dieron pie a la batalla. Aunque Becerra plantea la hipótesis de que todo se desarrolló en un contexto de confianza y buenas intenciones, no se precisan las causas que generaron el encono ahora irreversible.
Desde mi posición como integrante del partido su explicación promueve la falsa idea de que no hay diferencias claras entre los objetivos y los métodos que cada grupo representa. Por ello es importante recordar que las razones que impulsaban a cada grupo a realizar una reforma estatuaria mostraban ya diferencias ideológicas y metodológicas importantes.
Becerra señala : "Con las piezas estratégicas en sus manos, la corriente del presidente hizo lo lógico: gobernar el partido con su propia sensibilidad, intereses y visión, lo que a su vez, los empujó hacia otro espejismo político: que puede tomar las decisiones más delicadas (relación con el gobierno, alianzas electorales, las reformas en el Congreso, etcétera) prescindiendo de su figura fundadora y principal".
La falla no radica en prescindir de la figura fundadora. El error de inicio fue suponer que al asumir la presidencia de un partido, se podía prescindir de sus órganos fundamentales de representación y que se podía avanzar en una agenda que no necesariamente refleja los intereses que dichos órganos habían expresado y lo más importante que se alejaba de los compromisos suscritos con los votantes.
El clivaje se intensificó cuando paralelamente, se utilizó al aparato de gobierno del partido para realizar alianzas partidistas sin coincidencias programáticas y se mantuvo una oposición injustificada ante la necesidad de elaborar un marco normativo interno que garantizara reglas del juego más democráticas y que obligara a las autoridades partidistas a rendir cuentas y a manejarse con transparencia.
Afortunadamente la reforma estatutaria pudo llevarse a buen puerto. Las diferencias serán dirimidas en una contienda electoral suigeneris, a la que sin duda, ningún otro partido político se expondría. El riesgo es alto, deberemos asumir los costos de habernos volcado hacia la reconstrucción del partido a costa de una mayor participación en la agenda nacional. Sin embargo, para poder ser ese partido que represente una alternativa real y sincera de pensamiento de izquierda, estamos obligados a institucionalizar la congruencia, las prácticas democráticas y la transparencia.
1 comentario:
Jóvenes Socialdemócratas:
Bueno, no se si logré lo que quería: tratar de suscitar un debate más allá de las acusaciones recurrentes: “priistas embozados sin principios vs. “rosas incapaces”, pero ya que me aventé de espontáneo, respondo a Maite:
1) No, en modo alguno explico el conflicto de Alternativa como la vil y cruda disputa de poder de dos facciones. Al contrario: quise comprender las raíces de la desavenencia, y encuentro que el famoso pacto fundador era en realidad un compromiso falso, un autoengaño lleno de buenas intenciones. Creo que es muy discutible que alguien diga “necesito todas las carteras” si hablamos de un partido que requiere institucionalizarse democráticamente; pero creo que es un craso error decir que si, apostando luego al peso moral de la líder y al recurrente uso de los circuitos informales.
2) Lo que este arreglo desencadenó es una ficción: el partido no puede prescindir de Mercado en sus decisiones fundamentales; pero Mercado no puede recurrir al expediente del maximato. Y por eso, la mayoría de la Ejecutiva avanza haciendo a un lado a la otra parte, y la otra parte espera la venganza en el Consejo Nacional. El resultado es una mecánica paralizante que destartala las relaciones internas.
3) La píldora que explica el conflicto por los “dos proyectos” es demasiado vieja. Todos sabíamos de la inclinación pragmática, práctica, escasamente ideológica de una de las corrientes; todos sabíamos del fuerte sesgo feminista, lo escasamente institucional y “espontaneísta” de la otra. Así y todo, juntos, ganaron la batalla a los campesinos y obtuvieron el registro en una afortunada división del trabajo. Creo que lo que falló fue el arreglo que diera cauce a la etapa siguiente.
4) Todo esto lo digo porque me parece que Alternativa necesita renovar ese acuerdo y no entregarse a la lógica de la guerra. Plomero dice en su artículo de mañana que los estatutos –CAP’s mediante- garantizan ese reparto; y yo lo único que veo es un ánimo de mayoritear al otro a través de operaciones clientelares.
5) Mi artículo no está escrito para favorecer a ninguna corriente. No busqué culpas: simplemente argumentó como se instaló una mecánica abstrusa, lo falso de un pacto que ni unos ni otros podían cumplir. Y lo que intento no es quedar bien con nadie, al contrario; quería señalar que la idea de un partido socialdemócrata es más grande que su pleito.
6) Una anotación final, debida a otros correos recibidos: ¿Por qué hasta ahora escribo así del partido? Pues porque ya me quité la piel burocrática, y ya no comprometo en mis pleitos a la institución en que trabajé. O sea, vuelvo a ser libre para el debate… con quien se deje…
¡saludos revolucionarios!
ricbec
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