domingo, 2 de noviembre de 2008

OIDOS SORDOS

Hay advertencias sobre lo que en definitiva no tiene buen futuro, advertencias que no escuchamos, quizá porque preferimos experimentar la debacle en carne propia. Puede ser soberbia, puede ser ignorancia, o sólo confianza en que nuestras decisiones son las correctas, a pesar de que hay voces sabias que nos avisan que nos estamos equivocando. O puede ser sólo que el devenir sobrepasa las consecuencias señaladas en las advertencias. Leyendo a Hannah Arendt, me encontré una que hizo hace cincuenta años: "Cuanto más fácil se haga la vida en una sociedad de consumidores o laborantes, más difícil será seguir conociendo las urgencias de la necesidad, e incluso cuando existe dolor y esfuerzo, las manifestaciones exteriores de la necesidad apenas son observables. El peligro radica en que tal sociedad, deslumbrada por la abundancia de su creciente fertilidad y atrapada en el suave funcionamiento de un proceso interminable, no sea capaz de reconocer su propia futilidad, la futilidad de una vida que no se fija o realiza en una circunstancia permanente que perdure una vez transcurrida la labor". (Arendt Hannah, 1958)

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