domingo, 1 de marzo de 2009

DHP* En la editorial de Pardinas del REFORMA

Soy un mexicano de segunda
Juan E. Pardinas


Yo no puedo determinar los aumentos sobre mi propio salario. Tampoco tengo autoridad para decidir si pago o no pago impuestos. En diciembre pasado, cuando recibí mi aguinaldo, nadie me condonó la tajada que se llevó Hacienda. Si tú no puedes decidir el monto de tu propio sueldo y estás obligad@ a pagar tributos por tu aguinaldo, me temo que también eres un mexican@ de segunda categoría.Mis derechos políticos están castrados por la Constitución. Puedo votar, pero no puedo ser votado a ningún cargo de elección popular. En su artículo 116, nuestra venerada Carta Magna establece que los partidos políticos tienen "derecho exclusivo" para solicitar el registro de candidatos en los comicios de los tres niveles de gobierno. Esta exclusividad para registrar aspirantes está ratificada en el artículo 218 de la ley electoral. Los mexicanos afiliados a un partido tienen derechos políticos plenos, en contraste con los otros millones de compatriotas que no estamos particularmente seducidos por la militancia partidista.Hay varios tipos de mexicanos de primera categoría: los diputados que se perdonan el impuesto al aguinaldo, los consejeros del IFE que aprovechan la facultad legal de subirse el sueldo o las huestes con credencial de filiación política. Esta casta de mexicanos tiene más derechos y menos obligaciones que el resto de nosotros. Todos los compatriotas VIP tienen algo en común: viven de nuestros impuestos.Estamos en un limbo frustrante. La libertad de prensa y la transparencia nos ofrecen información detallada sobre las miserias de los consejeros del IFE y los crímenes de evasión fiscal que cometieron los diputados. Sin embargo, las evidencias no conllevan ningún tipo de sanción. La obscena torpeza de los señores del IFE es sólo la desvergüenza de la semana, que quedará enterrada por el siguiente escándalo. Si México aguantó la impunidad de Arturo Montiel y Mario Marín, el aumento legal que se otorgaron los guardianes de nuestra democracia parece un desliz menor, apenas un pecadillo ante un prolongado desfile de arbitrariedades.Un océano divide a los mexicanos de primera y de segunda. En una orilla está la casta de las canonjías, mientras que en la otra costa estamos una muchedumbre de ciudadanos y contribuyentes cautivos. En un litoral hay un yacimiento gigantesco de cinismo, en la otra ribera hay una cosecha de furia. Este enojo permite vislumbrar una indiferencia masiva para los próximos comicios legislativos. Para muchas personas la discusión sobre las elecciones del 5 de julio no es por cuál partido se debe votar, sino si se debe anular el sufragio o abstenerse de participar. Con el objetivo de canalizar el enojo por cauces cívicos, un grupo de ciudadanos creó la organización Dejemos de Hacernos Pendejos (www.dejemosdehacernospendejos.org) para protestar en contra de que los diputados no paguen impuestos por su aguinaldo. El nombre de la organización refleja un hartazgo no apto para eufemismos.¿Cómo cerrar la brecha que divide a las dos categorías de mexicanos? La enmienda número 27 de la Constitución de Estados Unidos nos da un ejemplo muy útil para nuestro país. En 1789 se presentó una iniciativa para reformar el texto constitucional de Estados Unidos. La nueva redacción buscaba que cualquier cambio aprobado en los salarios de diputados y senadores debería volverse efectivo hasta después de la siguiente elección. De esta forma, los ciudadanos tendrían que dar el visto bueno sobre el ajuste salarial. Como en Estados Unidos sí hay reelección, cabe la posibilidad de votar por un candidato que se oponga a un eventual incremento de los honorarios legislativos. Dos siglos después de que se presentó originalmente, la enmienda fue ratificada de forma definitiva en 1992. Adaptar este precepto a las leyes nacionales serviría de bálsamo para curar los agravios en la conciencia de millones de mexicanos.

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