miércoles, 22 de julio de 2009

La corta vida del PSD

Poca saliva y tinta dedicaré a este tema. En una reflexión obligada veo la pérdida del registro del Partido Socialdemócrata como uno de los acontecimientos que denotan la exigencia de un electorado al que no se le engaña más con propaganda atractiva que además de invadir el espacio público lanza compromisos saturados de mentiras.

Quienes golpearon a militantes y dirigentes prometían paz, quienes se burlaban de la agenda de equidad de género y defensa de minorías, decían abanderarla, quienes votaron por la ley de espacios libres de humo promovieron después los amparos para defender fumadores. Quienes acusan ahora a los promotores del voto nulo de haber engrosado los votos por el PRI fortalecieron lazos y alianzas con el PRI del Estado de México.

De acuerdo con el artículo de Marta Martínez de Enfoque de Reforma (19 jul):
Sobre los resultados del 5 de julio pasado, Díaz Cuervo reconoció que los conflictos internos por "mantener el control de la chequera", la división de los militantes tras la renuncia de la ex candidata Patricia Mercado y la incapacidad para convencer a la ciudadanía de sus propuestas, son las razones por las que muchos de sus votantes se convirtieron en anulistas. De hecho, dos de los principales promotores del movimiento en favor del voto nulo salieron de las filas del PSD tras el conflicto interno del 2008: Andrés Lajous y Maite Azuela. Según Díaz Cuervo, mientras estas divisiones persistan, el proyecto socialdemócrata está condenado al fracaso.

Agradezco, por lo que me corresponde, la enorme responsabilidad que me asigna al señalar que soy una de las responsables de que el PSD no obtuviera su registro. Es sumamente halagador pero entiendo que está fuera de la realidad. El voto nulo no responde solo a un llamado para anular a los partidos simuladores, sino que busca que todos los partidos sigan monopolizando el acceso a la toma de decisiones públicas, ejerciendo el poder sin rendir cuentas y haciendo un mal uso de los recursos públicos.

El hilo se rompe en lo más delgado y el PSD desaprovechó su oportunidad para no tener sólo una imagen alternativa, sino para constituirse en su interior como una fuerza democrática, transparente y cercana a la ciudadanía. Su corta vida ofrece esperanzas para que la simulación se vaya extinguiendo.

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