miércoles, 23 de abril de 2008

*LENGUAJE AUTÓNOMO: Temporalidad

No se a quien achacarle mi prejuicio aún arraigado en el alma, de que lo que no es para siempre tiene menos valor que lo que no termina. 
Pudo ser mi abuela hablando con mis tías sobre las historias de amor dramaticamente concluidas, mientras tomaba  el bonche de cartas de la canasta con el que ganaba siempre los torneos. Quizá me quedé con la idea de que si normalmente ella era quien salía con más centavos en el monedero, por su audacia en el juego, debía entender mejor la vida. 
Pudieron ser las monjas teresianas, a las que casi siempre responsabilizo de mis fronteras mentales, pobrecillas. Pero siendo más justa, creo que a ellas solo les tenía con cuidado la eternidad de otra vida, en la que seguramente pensaban que aventarían el hábito y que podrían dejarse el pelo largo y jugar volley ball con "zapatos tenis".
También pudo deberse a que muchos de los cuentos que mi nana nos leía de niñas a mis hermanas y a mí, cerraban con la implacable frase: "Y fueron felices para toda la vida". 
Además debo sumar a la lista de responsables de esta falacia, a quienes pronuncian esas palabras soldado que cuando escucho me ponen a marchar al ritmo de: resistencia, perserverancia, paciencia, humildad, resignación, esfuerzo, seguridad, promesa.  Paso Redoblado. YA!
Y pues me es difícil aceptarlo, pero como todos lo sabemos, nada es para siempre. 
Las historias, los proyectos, la vida misma, no valen por el tiempo que duran, sino por las experiencias acumuladas, por los logros compartidos. Y con su principio y su fin, la temporalidad debe tener sentido. Si no lo tiene, qué más da. Como dice mi papá, lo que se acabó, se acabó. 


1 comentario:

Unknown dijo...

¡Hola Maite!

Por azares del destino (más bien, por estar perdiendo el tiempo en Facebook) me topé con tu blog. No sabía que lo escribías y me dio gusto encontrar una excusa más para no trabajar en mi tesis.

Me llamó mucho la atención esta entrada y la ventana que ofreces a uno de tus paradigmas mentales: Lo impermanente tiene menos valor que lo que no termina. Es muy interesante, en muchos niveles. Al pensar un poco, lo que más me llamó la atención es que no pude pensar en una sola cosa de nuestra existencia humana que dure "para siempre". Esto puede tener dos implicaciones igual de interesantes. La primera es que si no hay nada de nuestra existencia humana que dure para siempre, pero estás dispuesta a creer que hay algo más que la existencia humana, entonces todo lo que sucede aquí adquiere un valor relativo mucho menor, pues de todos modos es transitorio y, como dices, simplemente vale menos. Entonces, ¿para qué nos preocupamos tanto? ¿Por qué le damos más valor a unas cosas que otras si de todos modos todas y cada una de ellas pertenecen al conjunto inferior de "cosas impermanentes"?

La segunda, que entiendo es más cercana a la intención de tu entrada, es que, si piensas que sólo lo permanente es valioso (o por otro lado, lo valioso debe convertirse en permanente), entonces siempre estaremos con la expectativa de que "esto sí, estoy seguro, va a durar para siempre" y, desgraciadamente, es fácil predecir con un cien por ciento de probabilidad que estaremos decepcionados cuando, como todo en nuestra existencia termine. El problema, como dices, no es sólo la decepción innecesaria que nos va a ocasionar el que no se cumpla nuestra expectativa. El problema más profundo es que, al estar pensando "en la inmortalidad del cangrejo"(o de lo que creemos no va a terminar) probablemente, por un lado, perdamos de vista otras cosas más triviales pero no por eso menos valiosas que están justo enfrente y por otro, no podremos apreciar con la intensidad y profundidad merecida lo que estamos viviendo. En fin, te dejo con otra pregunta: dado que lo impermamente, por definición, va a terminar... ¿no es más valioso pues sólo tenemos unos instantes para aprovecharlo? ¿no merece aún más nuestra completa atención? ¿no es esa la misma esencia de nuestra vida?

¡¡¡Besos!!!