miércoles, 2 de marzo de 2011

Color a la mano



El sábado pasado iba caminando en la calle de Amsterdam y en la orilla de la banqueta me encontré un colibrí pequeñísimo. Noté que no podía volar, así que lo levanté e intenté que lo hiciera. No lo conseguí. Opte por llevarlo a la veterinaria y cuando lo revisaron me dijeron que no sobreviviría y que no podía volar por la caida. Lo habré detenido unos 15 minutos. Cuando salí a ver si encontraba el nido de regreso, me tomó por sorpresa y voló. Es de los colores más brillantes que he tenido a la mano. Y cuando me acuerdo me pongo refeliz. Seguro sobrevivió.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta la historia, el mockinbird es mi ave favorita

Omar Tovias dijo...

El tener contacto con seres de la naturaleza que son raros de tocar o ver de cerca es siempre una experiencia innolvidable. Que chido que te haya pasado algo así.

Unknown dijo...

cool!!!

Unknown dijo...

El haber contribuido para que un ser vivo e inocente (bueno aparentemente, porque en este país seguro alguien diría que es culpable de algo y que lo está pagando) continúe habitando este planeta es algo muy gratificante y difícil de expresar sin que parezca presuntuoso o altanero, pero la forma en que lo contaste, tan cándida y sencilla me gustó mucho. Me hizo recordar situaciones similares que he vivido o presenciado. Gracias. Estoy seguro que el colibrí está feliz de que hayas sido su cómplice en la sobrevivencia y coincido totalmente con la naturaleza en que eres culpable y estás condenada, de manera irreversible a continuar con nosotros siendo tu misma.

PS. Y para que no haya dudas, si antes me gustabas mucho, ahora... er... shit... donde dejé el anillo con la piedrita brillante kilatosa?

Atte. MAGH.