Apagar el despertador, empujar las cobijas, estirar el brazo y tomar un trozo de chocolate amargo (el más amargo que encuentres). Sin abrir los ojos todavía, saborear ese pedazo de entusiasmo como si fuera el último. Abrir los ojos, voltear hacia la ventana y ver por la rendija si es que el árbol sigue ahí. Verificar si sigo yo aquí y dejar que salgan unas risas aunque se me escurra el chocolate.
3 comentarios:
cambio el chocolate por cafe. buen post.
y quitaría la palabra rendija. con mirar por la ventana es suficiente
Maite, en m casa hay chocolate amargo de Oaxaca para ti, x si quieres...
te quiero!
Paola
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